miércoles, 21 de mayo de 2008

REINCIDENTES III



De modo que cuando los vi en vivo en La Luna (eso sí que era under) quedé muy alterado. Tanto que no atine a ir a buscar el disco. Pasó todo diciembre del 96 y yo no me di cuenta de que podía comprarmelo. De tarado que estaba, claro. Llamémosle stress postliberación, depresión o lo que fuere.
Me fui un mes a córdoba. Leí un libro de Dostoievsky que ayudó a catalizar y exponer mi neurosis que era momentánea hasta por ahí nomás. Había una necesidad consciente de estar tranquilo, de bajar mis revoluciones, pero había una necesidad inconsciente de apretar el acelerador para llevar esta situación hasta las últimas consecuencias. Y como lo inconsciente funciona como un franco tirador, generalmente gana, y no hay voluntad que valga. No solo fue el libro que leí, también fueron las películas que vi, el ambiente en el que me movía, los problemas sin resolver que había tenido, los problemas nuevos que seguía generándome, las frustraciones en el ámbito vocacional, las dudas sobre aquellas personas en que debía confiar, la creciente indiferencia y resentimiento con el pensamiento religioso y por sobre todo mi obstinación masoquista que incluía, entre otras cosas que no voy a mencionar, estar un mes deseando tener el disco de Reincidentes y hacer poco o nada para conseguirlo, por más que fuera poco probable que pudiera en ese momento.
Volví el 26 de enero y por fin, el 27 tuve en mis manos "nuestros años felices", el primero o segundo disco de Reincidentes. Pero como esto parece una historia de Hallmark channel, es importante aclarar que a mi equipo de música no le funcionaba la compactera. Tenía que conseguir alguien que pudiera grabarmelo en cassette, pero casi todos los conocidos estaban de vacaciones, excepto quien me lo grabó.
Estaba buscando algo, queriendo cambiar algo. No era un capricho. Cuando conseguí la música, estuve un mes con el cassete en mi walkman sin escuchar otra cosa. Apenas mi música cuando ensayaba. Y sin embargo, aún hoy sostengo de que no estaba alienado o que hubiera en la obra mensajes subliminales que me consumían el pensamiento. Sencillamente hubo una conexión. No era la primera vez que me pasaba con un artista. Pero había algunas cosas que SÍ me habían pasado por primera vez.

EL UNDER
En aquel recital del 3 de diciembre de 1996 estuve con un colega, bajista de mi banda de entonces. Los dos quedamos muy impresionados. No se él, pero a mí no solamente me impresionó su performance. Lo que estaban haciendo era patológicamente desafiante. Me di cuenta de que Reincidentes jamás sonarían en un circuito de lo que en el momento se entendía como Rock. (cosa que no ha cambiado mucho). Puede que ellos no lo hayan pensado jamás de semejante manera, pero se podía percibir lo que yo llamaría una "obstinación under". Y eso no es lo mismo que decir "obstinación por el under".
Fueron justamente estos tipos quienes pusieron en mi mente la semilla de un pensamiento que representa para mí un norte fundamental: "para qué te vas a hacer el simpático, si igual te van a dar un cachetazo". Lo entendí ese día mejor que nunca. El éxito tiene una cuota de suerte demasiado grande como para imponerle una fórmula. Y sabemos muy bien, que la fórmula que más se usa pasa por meter mano a aquellas cosas que más queremos. (además, justamente por lo expuesto, el éxito proveniente de tal formula es una coincidencia). Cuando esa es nuestra brújula, solamente hacemos lo que nos conviene tamizado por el extraño eufemismo "de que hacemos lo que queremos". (...bueno, no tan extraño).
Lo primero que me dijeron es que sonaban muy parecidos a Nick Cave and The Bad Seeds, o mejor dicho, que le afanaban mucho. En ese momento coincidí muy poco. Luego menos. Entendí que Reincidentes sonaban radicalmente distintos a cualquier cosa que yo hubiera escuchado. Excepto a Nick Cave, que sonaba radicalmente distinto a cualquier cosa que yo hubiera escuchado. Excepto reincidentes. Aquellas cosas muy puntuales que marcan las diferencias entre estos artistas y otros, son tan evidentes que no es muy probable que se pueda desviar la atención hacia otra cosa en una primera escuchada. Y en esto sí, coinciden, o coincidían bastante allá en la segunda mitad de los noventa.
Luego surgieron otras influencias y la banda siguió creciendo. Debo haberlos visto unas 40 veces, lo cual en realidad no es mucho promedio para 10 años. En esos recitales me mostraron la dinámica como nadie. Tocaron con niveles atroces de inspiración y con automáticos muy respetables, (nunca me decepcionaron). Estrenaron temas incompletos que se convertirían en clásicos. Cambiaron arreglos, acertaron y pifiaron alevosamente con esto, se sorprendieron alguna vez que no los dejaban bajar del escenario, tocaron entre los 5 más o menos 30 instrumentos distintos, fueron la banda mimada de cierta publicación que me resisto a mencionar, tocaron en festivales en francia, suecia, y no me acuerdo qué más.
Entonces me viene a la cabeza la idea inculcada de lo que es crecer. Estos tipos llegaron lejísimo, no solo físicamente. Pero el estadio Pepsi de ellos fue el ND ateneo, tal vez la trastienda. Recuerdo alguna vez haber bromeado a la salida de un show en la trastienda con que yo los seguía desde que eramos 150. Ese día habremos sido 300 ó 400.
Ellos fueron el emergente (aunque sin pretensiones, ni banderas) de todo un rock con brillo propio, que no suele estar en los medios masivos, ni en los especializados que se tiraron para el lado del rock barrial. Pero aún fueron más allá. Ni siquiera era totalmente Indie, totalmente Alternativo, totalmente nada. Tal vez por eso ellos decían no pertenecer al rock. De alguna manera yo digo lo mismo. Pero no es justo. Estos tipos expresaron un tipo de rebeldía más que ningún otro rockero oficial: la excelencia. O sea, el esafío de hacer lo que a uno se le canta las pelotas abundó, justamente por la devastación cultural y las facilidades tecnológicas de la época. Pero la excelencia de Reincidentes los puso también en otro lado. Y eran distintos, repito, pero muy , muy distintos.