lunes, 2 de octubre de 2006

EL CAMINO DE LA BUENA SUERTE

Evidentemente mi primer contacto físico con la música fue aquella guitarra de juguete que hacía resonar sin culpa a edad temprana, algo así como 4 años o menos.
Pero hubo otros muy importantes.
Recuerdo que vivíamos en Quilmes y tendría la edad mencionada cuando aquella fiesta o reunión de amigos o asado entre vecinos me brindó la oportunidad de sostener una pequeña pila de discos que transporté de las manos de un adulto a las de otro adulto. Entre líneas se puden interpretar dos cosas en esta actitud. La primera dice: "Alejandro es capaz de hacer bien la tarea y es muy seguro en sus acciones". La segunda sentencia: "la música no tiene ningún valor para mí, así que dale los discos a Alejandrito". Hay otra posibilidad y era que estos dos sujetos que constituían los puntos que uní con mi trayectoria estuvieran ebrios. Lo importante: Puedo recordar lo pesada que me resultaba la pila, algo que se marcó en mi memoria como una hazaña que todavía me hace sonreír. Tan importante que no recuerdo quienes eran los otros dos. Tal vez la memoria juegue conmigo y me haga pensar que eran dos, cuando quizás fue uno que me dijo: "¿me alcanzás eso?" y el otro sencillamente no existió. O, por qué no, se trató simplemente de una decisión mía. Ví los discos y dije: hagamos algo con esto. En todo caso, es notable los vinilos que integraban el montón constituían una música que para mí hoy goza de escasa reputación (O sea que no goza). En otras palabras creo eran una porquería, de modo que es probable que la intuición me llevara a cometer una deliciosa imprudencia, como una actitud premonitoria. Pero claro, si había un riesgo no era otro que el de la reprimenda, ya que el riesgo de perder para siempre la oportunidad de escuchar esa música era escaso, aunque tardara tiempo en comprenderlo.